| Descripción |
Pequeña ánfora panatenaica de figuras negras en la que se representa, en su cara principal, Atenea armada entre dos columnas, sobre cada una de ellas un gallo, y en la opuesta, un combate entre atletas.
Este ánfora panatenaica es un caso singular por su pequeño tamaño. Como es habitual en las ánforas que le sirven de modelo, ésta se decora en el anverso con la imagen de Atenea Prómaco entre dos columnas, y con una escena atlética en el reverso, en este caso un certamen de pugilato. De los contendientes el de la izquierda se muestra en tres cuartos, con el torso visto de frente, el peso del cuerpo sobre la pierna derecha flexionada, la izquierda extendida hacia un lado. Su brazo derecho se pliega hacia atrás con el puño elevado, dispuesto a asestar el golpe. Mira a su contrincante, representado de perfil y con los brazos estirados hacia delante, en actitud de ataque y, al mismo tiempo, de defensa.
Estas versiones miniaturizadas del ánfora panatenaica se crearon a fines del siglo V a.C. quizás para contener pequeñas cantidades del aceite perfumado llamado panathenaikon, mencionado por Plinio (Hist. Nat. 13.6). Réplica a escala menor de los ejemplares que se entregaban como premio en los Juegos Panatenaicos; desconocemos su función precisa, aunque muy posiblemente se trate de un pequeño "recuerdo", vendido por los talleres de Atenas con ocasión de la celebración de estos certámenes. La forma del ánfora panatenaica se ha convertido así en un símbolo que proclama por toda la geografía de Grecia la fama de la ciudad y de sus fiestas, la excelencia de sus juegos, que atraerán a atletas de los rincones más alejados del mundo griego. Pues estos recipientes-trofeos se han hallado en numerosos contextos fuera de Atenas, tanto en la misma Grecia como en otras regiones del Mediterráneo: santuarios, gimnasios, casas, salas de banquetes públicos, y tumbas de individuos que, aun sin haber ganado personalmente en alguna de las competiciones de las Grandes Panateneas, se acompañaban del símbolo prestigioso del atleta vencedor en su última morada. Las pequeñas anforitas panatenaicas, accesibles al público que había asistido a los Juegos, denotan también el interés por apropiarse y compartir la gloria del atleta y de la ciudad de Atenas.
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